viernes, 6 de mayo de 2011


TOLTECAS 001

Los toltecas fueron un pueblo magnifico, que resulto de la unión de los olmecas con los náhoas, un pueblo venido del norte a lo largo de las costas del Océano Pacifico. Aunque el grupo unido a los olmecas debió de ser numeroso, pues parece que el elemento náhoa era dominante en el pueblo tolteca, no constituía mas que una parte de aquel gran pueblo, el cual lanzo sobre México en los siglos siguientes nuevas e importantísimas tribus fundadoras de poderosos reinos.
Los toltecas fundaron ciudades cuyas ruinas contemplamos con adoración. Al principio se establecieron en Tulancingo; luego arrebataron a los otomíes una aldea que convirtieron en la bella ciudad de Tula, y la hicieron capital del reino.

Cerca de Tula fundaron la ciudad de Teotihuacán, cuyos soberbios monumentos han sido desenterrados en gran parte y constituyen uno de los espectáculos mas hermosos que en nuestro país se pueden ofrecer al curioso viajero.

En la misma época poco mas o menos levantaron los toltecas otra ciudad que conservo su importancia por largos siglos; fue la famosa Cholula, cuyas numerosas ruinas de viejas pirámides, algunas monumentales, sirven a menudo de base a templos cristianos, que posee actualmente en gran cantidad; se dice que uno por cada ida del año. Por ultimo esta Xochicalco, con su bella pirámide, adornada con emblemas de Quetzalcoatl.

Los toltecas fueron un pueblo culto y de excelentes prendas. Llevaban fama de ser nobles, corteses, respetuosos de sus semejantes, suaves y atentos en su trato personal, leales y sinceros. Las mujeres eran sencillas y hacendosas, excelentes madres y esposas y muy entregadas a los deberes del hogar. Los padres educaban a sus hijos con esmero, y para la formación de sus sabios sacerdotes y sus ilustres gobernantes debieron de tener buenas escuelas, pues en el seno de la familia no se pueden alcanzar los grandes conocimientos que su elevada cultura demuestra.

Tanto por el recuerdo de sus virtudes como por su organización, el pueblo tolteca es uno de los mas interesantes del México Antiguo. Aumenta ese interés el misterio de su origen, pues no todos los historiadores están conformes con que fueran una mezcla de náhoas y olmecas, sino que algunos los creen náhoas puros y otros suponen que ya llegaron al país como tales toltecas. Lo cierto es que son los padres de todas las grandes culturas del Centro de México.

La palabra Tolteca quiere decir artistas. Y en efecto, los toltecas eran maestros en todas las artes, mayores y menores. Eran notables arquitectos, que llenaron de pirámides y templos esplendorosos la región que habitaron. Eran grandes escultores, usando este arte principal mente para adornar sus monumentos arquitectónicos con estupendos relieves que representaban a sus dioses; pero también modelaban estatuas sueltas y estelas o piedras aplanadas en las que se trazaban bellos relieves.

Eran bonísimos pintores, y aunque el tiempo ha borrado sus obras los restos de ellas dan idea de su gran dominio del colorido. Eran, por ultimo, excelentes ceramistas, joyeros, tejedores y bordadores. El Valle de México y sus alrededores, hasta una distancia de mas de 100 kilómetros muestran restos valiosísimos del genio artístico de los toltecas, y además se descubren constantemente nuevos tesoros erimológicos.
Los sacerdotes toltecas eran hombres que poseían una sabiduría extraordinaria. Cultivaban la Aritmética y la Geometría, la Astronomía y la Medicina; inventaron un sistema de escritura jeroglífica y imponían en ella poesías y cánticos.

En la medida del tiempo alcanzaron una perfección casi tan grande como los mayas. Al igual que estos, tenían un triple calendario: religioso, solar, y un tercero fundado en los movimientos de Venus, el resplandeciente lucero del alba. La combinación de estos tres calendarios era también semejante a la de los mayas. Tenían el mismo numero de días y coincidían sus principios cada 52 años mayores; pero los toltecas daban a estos ciclos combinados una significación extraordinaria; pues al principio de cada uno, es decir, cada 52 años, celebraban su fiesta mas grande, que se llamaba fiesta del fuego nuevo. Los progresos científicos que revela tan perfecta medida del tiempo nos llenan de asombro.

Los toltecas tenían el culto de Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. Quetzalcóatl era una energía benigna; un héroe divinizado. Contaban los toltecas que poco después de la función de Tula llego a ella un hombre blanco de hermosas barbas doradas, de elevada estatura e imponente con sus ropas. Predico al pueblo el bien y la paz; le enseño la agricultura, la industria, el comercio y las artes; condenó los sacrificios humanos y defendió la justicia. El pueblo lo amaba mucho.
Pero llegó un día en que los seguidores de Tezcaltlipoca lo persiguieron y lo arrojaron del país. Entonces se fue a Yucatán con sus mas fieles devotos, hizo mucho bien y fue adorado con el nombre de Kukulkán. Al salir de Tula, anuncio que, pasados los años, vendrían a castigar el desacato con el cometido unos hombres blancos que se apoderarían del país.

Ya sabemos que los toltecas eran grandes arquitectos y levantaron muchos monumentos en Tula, Teotihuacan, Cholula, Xochicalco y otros lugares del Anahuac. Los mas importantes son los de Teotihuacán. Allí esta la grandiosa ciudadela, con su espaciosa plaza de armas, el templo de Quetzalcóatl y las pirámides del Sol y la Luna. En el templo de Quetzalcóatl se pueden admirar las esplendidas cabezas de serpiente emplumada, símbolos de dicho dios, tanto entre los toltecas como entre los mayas.
De las dos grandes pirámides, la menor, que es la de la Luna, esta bastante destrozada; la mayor, que es la del Sol, se halla en muy buen estado. Fuera de Teotihuacán merecen contarse el monumental templo de Quetzalcóatl de Cholula, mayor que la pirámide de la Luna y la notable pirámide de Xochicalco, so sus preciosos relieves.

La gran pirámide del Sol es uno de los mas soberbios monumentos de América y del mundo entero. Mide 230 metros de larga, 220 de ancha y 70 metros de altura, dimensiones que le dan un aspecto imponente, y eso que en la parte superior termina en una placeta quizá de hasta veinte o treinta metros de lado, que le roban altura.

Seria, en verdad, un espectáculo maravilloso el de este colosal monumento tolteca, cuando en lo alto de el se levantase la estatua del Sol, el rutilante Tonatiuh, de oro puro, que resplandecía con el reflejo de los rayos solares como una ascua luminosa, y se divisaba desde los extremos del valle de Teotihuacán y las lejanas cumbres de las montañas, como la luz de una estrella. Al contemplar esta obra magnìfica y las ruinas que la rodean, se comprende el profundo respeto que por aquel pueblo insigne tuvieron durante siglos los antiguos mexicanos de la Mesa Central.

Quetzalcoatl estaba simbolizado en el cielo por el planeta Venus y en el arte por la serpiente emplumada. El templo que en su honor se levanto en Teotihuacán constaba de una gran plaza, en cuyo centro se erigía el estupendo santuario en forma de pirámide truncada de varios cuerpos. Los planos laterales de cada uno de estos cuerpos estaban adornados con serpientes emplumadas insuperable mente talladas en piedras, y con grupos de discos y puntos que presentaban a Tláloc, licor del cielo que era también muy venerado, como generador de las lluvias que fertilizaban las fecundas milpas.

Los cuatro lados de la plaza estaban ocupados por plataformas monumentales de 400 metros de largo, 80 de ancho y 7 de altura. Todavía se conserva gran parte de los elementos constructivos de este soberbio monumento y de su ornamentación, con restos de pintura que, aunque desvanecidos, dan idea de lo que debió ser en los dias grandes del imperio tolteca.

Los estudios históricos parecen demostrar que los toltecas eran, un pueblo mixto de olmecas y náhoas. Pero los toltecas no creían eso, sino que se consideraban como un solo pueblo y hasta contaban de dónde vinieron y cómo fue el viaje.

Decían que un gran sacerdote llamado Hueman, "el de las manos grandes", los habían conducido desde Huehuetlapallan "la vieja tierra roja" del norte, hasta el país que habitaban, y había fundado el reino, cuyos primeros monarcas fueron Chialchiutlanetzin e Ixtlicuecháhuac.

Al establecer la monarquía, Hueman quedó de Gran Sacerdote, y vivió larguísimos años, que empleó en escribir un libro titulado "Teoamoxtli" o "Libro Divino", en el que relataba la historia de la peregrinación tolteca, la de la fundación del reino y la de sus leyes y progresos. Murió durante el reinado de Ixtlicuecháhuac.

Ixtlicuecháhuac era hijo de Chalchiutlanetzin. A su muerte, reinó su hijo Huetzin; a éste le sucedio Totepeuh, y, sucesivamente, su nieto, Nacaxoc y su biznieto Mitl. Dos de estos cuatro gobernantes han alcanzado la gloria mas alta entre todos los que gobernaron al pueblo tolteca: son Totepeuh y Mitl, los grandes gobernantes constructores, cuyos nombres van unidos a los más importantes monumentos de Teotihuacán.

Totepeuh ordeno la construcción de las pirámides del Sol y de la Luna y acaso la del templo de Quetzalcóatl. Mitl hizo edificar muchos templos, no sólo en Teotihuacán, sino también, según parece, en otras ciudades, descollando entre todos ellos uno magnífico en honor de Tláloc, simbolizado por una enorme rana de esmeraldas. Este templo no hemos tenido la dicha de llegarlo a conocer todavía.

Mitl fue tan querido de todo el pueblo tolteca, que al cumplir los 52 años que invariablemente duraba los gobernantes de Tula, se le permitió reinar otros 52; pero sólo vivió otros cuatro, y entonces se acordó que reinara su esposa, para expresar la gratitud a su memoria; pero tampoco esta ilustre princesa vivió sino cuatro años más, y entonces subió al trono el tristemente célebre Tecpancaltzin, causante de la ruina del pueblo tolteca.

Ocurrieron los hechos de esta manera: un campesino llamado Papantzin inventó el arte de obtener miel para obsequiarle y luego pulque, y se presentó al gobernante para obsequiarle con esas bebidas. Llevó consigo a su hija Xóchitl, joven de rara belleza, y tan prendado quedó de ella Tecpancaltzin, que la tomó por esposa, con gran disgusto de la nobleza del pueblo.

El hijo de este matrimonio, llamado Topiltzin, fue el último gobernante tolteca. La leyenda atribuye su ruina a muchas causas, y entre ellas a los estragos del alcoholismo a causa de la invención del pulque.

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