Un
grupo de investigadores dio a conocer que dada la evidencia existente,
Teotihuacan no fue la Ciudad de los Dioses, sino la Ciudad del Sol, por
lo que debió ser nombrada Teo uacan y no como se popularizó desde el
último tercio del siglo XX.
La
hipótesis de los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH), Verónica Ortega y Edith Vergara, y del experto
independiente, Enrique del Castillo, se basa en nuevos estudios
epigráficos e iconográficos de documentos del siglo XVI como el Códice
Xólotl, y otros materiales arqueológicos.
Según
éstos, la mítica urbe debió ser nombrada por los pueblos que arribaron
al valle con posterioridad al siglo VIII —una vez abandonada—, como Teo
uacan, la “Ciudad del Sol”, pues más que guardar relación con la
conocida Leyenda de los soles —que relata la congregación de las
deidades creadoras en Teotihuacan—, el vocablo original alude a que “ahí
se nombraba al Sol, al legítimo gobernante”.
En declaraciones difundidas por el INAH, la gran metrópoli del periodo
Clásico (sus inicios datan de 100 a.C. y su caída hacia 650 d.C.)
mantiene profundos misterios, aunque no es un secreto la fascinación que
ejercieron sobre los grupos que después llegaron a esta región del
Altiplano Central, entre ellos los mexicas, quienes probablemente
invistieron en la “Ciudad del Sol”, Teo uacan, a más de un tlatoani o
supremo gobernante a partir del siglo XV.
A
decir de los investigadores que llevan a cabo estas indagaciones, dicha
hipótesis es lógica si se considera que los mexicas y otros grupos
consideraban a esta ciudad abandonada, que se distinguía a la distancia
por los monumentales basamentos del Sol y la Luna, como un lugar de
peregrinación.
Verónica
Ortega, Edith Vergara y Enrique del Castillo comenzaron esta propuesta
de una “nueva denominación” para la hasta ahora nombrada Teotihuacan,
basándose en los análisis hechos por Charles Dibble del Códice Xólotl,
elaborado durante los tiempos tempranos del siglo XVI.
El
manuscrito con pictografías, cuya narración abarca cuatro siglos de la
historia de la ciudad de Texcoco y el Valle de Teotihuacan, se conserva
en la Biblioteca Nacional de París, Francia.
Verónica
Ortega, subdirectora de la Zona Arqueológica de Teotihuacan y directora
del Proyecto Plaza de la Luna del mismo sitio, explicó que la
metodología aplicada se basa en el análisis por cuadrantes del citado
códice, centrándose en los que conforman la Lámina 6 del documento (lo
integran 11 en total).
Fue
así como rastrearon los glifos que hacen alusión a Teotihuacan en los
diversos eventos que marcaron el devenir de esa región, siguiendo la
cronología de los gobernantes texcocanos “para contar con un respaldo
temporal que pudiese ser contrastado con otros documentos y crónicas,
tanto de la época del contacto con los españoles como novohispanos”.
En
palabras de los investigadores, “es en el año 1338, con la fundación de
Tlatelolco, la ciudad mexica y gemela de Tenochtitlan, cuando vemos por
primera vez una alusión a Teotihuacan en el Códice Xólotl. La
referencia parte de un personaje asociado a un pequeño sol y quien
cuenta con las dos vírgulas de la palabra: la oratoria y la retórica”.
Al
continuar la lectura del documento, próximo a un evento que puede
fecharse entre 1409 y 1427, aparece un par de pictografías que
representan a una pirámide y un sol, y que a la postre será el glifo de
Teotihuacan. El dato clave es la palabra “Teo uacan” que aparece bajo
dicho glifo, lo que da la certeza de la denominación indígena del lugar,
la cual evidentemente ya era usada en el periodo señalado (1409 y
1427), un siglo antes de la caída de Tenochtitlan.
“Con
esa ubicación temporal, podemos decir que el nombre de la ciudad surge
en la historia y que sus elementos se ubican dentro de la hierofanía
solar, es decir que el sol tiene un carácter sagrado”, aseguró.
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