La cultura olmeca o cultura madre es el nombre de aquella que se desarrolló durante el Preclásico Medio. Aunque se han encontrado vestigios de su presencia en amplias zonas de esta área cultural, se considera que el área nuclear olmeca —o zona metropolitana— abarca la parte sureste del estado de Veracruz y el oeste de Tabasco.
Se desconoce, a cabalidad, la filiación étnica —esto es, quiénes son
los antepasados de este pueblo—; sin embargo, hay numerosas conjeturas
que han intentado resolver el problema de la identidad de los olmecas.
En ese sentido, es necesario hacer la aclaración de que el etnónimo olmeca les fue impuesto por los arqueólogos del siglo XX, y no debe ser confundido con el de los olmeca-xicalancas, que fueron un grupo que floreció en el Epiclásico en sitios del centro de México, como Cacaxtla.
Durante mucho tiempo se consideró que la olmeca era la cultura madre de la civilización mesoamericana.1
Sin embargo, no está claro el proceso que dio origen al estilo
artístico identificado con esta sociedad, ni hasta qué punto los rasgos
culturales que se revelan en la evidencia arqueológica son creación de
los olmecas del área nuclear. Se sabe, por ejemplo, que algunos de los
atributos propiamente olmecas pudiesen haber aparecido, primero en Chiapas o en los Valles Centrales de Oaxaca.
Entre otras dudas que están pendientes de respuesta definitiva, está la
cuestión de los numerosos sitios asociados a esta cultura en la Depresión del Balsas (centro de Guerrero).
Sea cual haya sido el origen de la cultura olmeca, la red de
intercambios comerciales entre distintas zonas de Mesoamérica contribuyó
a la difusión de muchos elementos culturales que son identificados con
la cultura olmeca, incluidos el culto a las montañas y a las cuevas; el
culto a la Serpiente Emplumada, como deidad asociada a la agricultura,
el simbolismo religioso del jade e, incluso, el propio estilo artístico,
que fue reelaborado intensamente en los siglos posteriores a la
declinación de los principales centros de esta sociedad.
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